New car, caviar, four star daydream
Make me think i´ll buy me a Football team.
Pink Floyd –Money
The Dark side of the Moon
Pasándome una invitación de color rosa, Natalia vino (por fin) a saludarme; lo hizo cuando ya no importaba, cuando me emputaba que lo hiciera; lo hizo luego de que nos encontráramos en el pasillo, cuando yo buscaba consuelo en el verde de sus ojos y ella pretendía que yo no estaba allí. Por que para Natalia yo solo soy un autómata que sabe de literatura y al que, por alguna razón, le dicen Ordóñez, como si fuera una persona. Odié su cara de monja sin castidad por ello. Entonces vino el tedioso beso en la mejilla y los ¿Cómo estas?, ¿Qué haces? Que se responden fríamente con un nada, todo bien.
-La invitación es para los quince de lauris Serrano, porfa no faltes-. Dijo, poniendo su delgadísimo dedo sobre el sedoso papel rosa. La acepte sonriendo, mientras mandaba sus verdes ojos al carajo, ella también sonrío. Yo tengo el sano defecto de creer que siempre hay segundas intenciones en lo que dice una persona que acorta palabras y usa constantemente diminutivos, nuestro presidente, por ejemplo, siempre me causa desconfianza, sobretodo cuando usa la palabra gustico para referirse a algo que no requiere diminutivos. Menos mal que existen Juli (cuya gracia se ha trasladado de colegió) y Gustavo, o si no me volvería loco, ellos si saben como hablar conmigo; y gracias a…el señor y señora Bojacá por Luisa, cuya presencia singular hace que todo lo demás pase a ser notas al pie en las paginas de mi vida. Me quede un tiempo en el salón, tratando de recordar quien diablos era Laura Serrano pero solo me vino el recuerdo otro Serrano despreciable. Luego me dieron ganas de jugar futbol, pero solo fue dar dos pasos fuera del salón, para que sonara la campana. Estando en casa, recordé que la tal Laura Serrano era la hija de un Magistrado, y además me di cuenta de que el club en donde se realizaba la fiesta, era uno de esos en donde una familia no era aceptada (aparte de los factores Dinero, Estrato, Palanca) si su empleada no usaba uniforme. Era un lugar para pretender; pues el encanto de la pretensión consiste en permitirle a la gente esconderse en recargados disfraces, con los cuales uno puede ser amigo de todo mundo, sin la tediosa labor de conocerlos a fondo. Me asomé por la ventana de mi cuarto y vi a las nubes danzando y arremolinándose en largos jirones grisáceos. Las nubes danzan… ellas pueden danzar libres sin tener que preocuparse por que alguien les esta haciendo cizaña a sus espaldas.
Dos fines de semana después, me encontré sentado en una pomposa mesa decorada con manteles de seda color perla, viendo mi cara reflejarse en las burbujas de champaña, viéndola estallar una y otra vez contra la superficie dorada. Me encontré atónito, tratando de convencerme de que los que se retorcían al fondo del salón no estaban teniendo un ataque epiléptico, solo bailaban techtonik. A mi la electrónica nunca se me ha dado, prefiero la salsa, solo me basta con oír yo soy la muerte, yo soy la muerte, la muerte soy, para saltar al centro del salón, con niña en mano y bailar hasta que algo diferente llega. La fiesta trascurrió en un extraño ciclo: primero ponían salsa y merengue, para calentar, entonces yo salía a bailar; solo para ver desde los brazos de otra, como Luisa estallaba en llamas en los brazos de otro; luego ponían reggaeton, para calentarse, yo me defendía, pero no brillaba; venia entonces el ruido ese que a algún despistado se le ocurrió llamar música, y yo me sentaba en la mesa y bebía, mientras veía como Luisa reía de chistes que no eran míos; seguía un intermedio raro, mezcla de Juanes y Jorge Celedón, en el cual nadie sabia que hacer, y finalmente volvía la salsa y yo salía a bailar otravez, sin Luisa. Hacía el declive del sábado y comienzos del domingo, yo me encontraba realmente mamado; me agotaban las luces intermitentes, el champagne regular, Natalia gritando su borrachera a los cuatro vientos, me agotaba que me gustara verla caer en pedazos y que nadie le tendiera una mano para ayudarla.
En otra mesa, en otro mundo, Luisa se rumbeaba con su novio, un Rude Boy bastante intimidante. Acepté que ella era una causa perdida.
Para mi desgracia y consuelo, vinieron de una mesa detrás de mí, Juan Diego Ramírez y su parche. Mandaron a callar a Natalia, y sacaron su guaro clandestino, me ofrecieron un poco, el si fue casi automático. Fue entonces cuando me puse a hablar, de futbol, de viejas, de la cara de simio de Andrés Espitia, que estaba en la mesa detrás de mí; tomé y tomé y el mundo perdió forma, los colores se difuminaron, las formas se mezclaron, arriba fue abajo y abajo fue arriba. Caí sobre la mesa suavemente con los parpados pesados y el cuerpo inutilizado, muy pronto todo fue sombras. Desperté ¿Cuándo? No se, mi reloj se había detenido. Me encontré en el centro del salón, rodeado de colores rosa, dorado y perla, pero dentro del cual no había nadie. Las luces seguían encendidas, la música seguía sonando, pero no había ni una sola alma. Algunos globos rechonchos flotaban al ras del cielorraso, daban la sensación de que el lugar había sido abandonado un buen tiempo atrás. Pero entonces ¿porqué las luces?, ¿porqué la música?, ¿porqué yo y no los otros? Nadie me dio una respuesta.
Debí haberle hecho caso a Juli cuando me dijo que no; que no fuera a ese ambiente que no era el mío, solo por que quería saber si tenía la oportunidad de ser algo más para Luisa, que solo un amigo de Facebook. Ahora el lío en el que me he metido no tiene perdón, madre me va a moler, quién sabe que horas sean y yo en la calle. Salí del salón, afuera me esperaba la noche y la soledad. El resto del club estaba inactivo, con la excepción de los faroles altos que bordeaban los caminos. No había nadie alrededor y no se oía la ciudad, ni siquiera un aullido lejano, temí que fuera el único hombre en la tierra, el único ser en todo el mundo. Empecé a caminar intranquilo, la noche era clara y podía ver algunas estrellas, pensé que no era tan grave que tal vez era solo una broma. A mitad de camino tuve la sensación de que alguien me observaba, sentí miedo por que no se sentían pasos, ni risas, ni multitudes, era solo una mirada, era una sola persona. Camine con más prisa, mi corazón galopaba en mi pecho. Finalmente llegue a la portería, no había portero en la caseta, pero la puerta peatonal estaba sin seguro, la sensación de ser observado se hizo más opresiva, me apure en abrir la puerta. Cogí la perilla y la puerta se abrió con un chirrido que me heló la sangre, crucé el umbral de la puerta, pero tras de él no estaba la calle sino ese salón salpicado de esos colores que tanto detestaba. No sabía que estaba pasando, solo tenía la certeza de que detrás de mí había alguien.
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